miércoles, 14 de diciembre de 2011

Primero está la luz, luego, la oscuridad.

¡Mírame joder, estoy muerto otra vez!
Esos ojos, tan claro como el agua cristalina.
Esos labios, tan finos y sensuales.
Y esa piel... tan suave como la seda.
Pienso arrancarte la piel a tiras, partirte los putos
huesos uno a uno. Clavarte un millón de agujas
en cada músculo.
¿Ya? ¿Lo sientes?
Ese pequeño placer de tener un cuerpo vivo a tu merced,
poder mutilarlo al compás de la 5ª sinfonía de Beethoven.
¿Te parece romántico? Porque a mi si.
Me excita, me conmueve. Me alimenta y sacia mi alma.
Dios… joder, es tan placentero, tan bello y hermoso,
tan excitante, que incluso lloro de la alegría de poder
mutilar un cuerpo con mis malditas manos.
¿Puedes ver la charca que tengo bajo mis pies?
¿Sabes qué es?
Mi cariño, mi odio, mi pánico, mis penas y mi tristeza,
mi compasión, mi sangre y mis ganas de vivir,
mi rencor, mi hígado destruido y mi cerebro ahogado
en un mar de alcohol, lodo, mugre, heces y muerte.
Solo queda vacío, la nada, blanco o como queráis llamarlo.
Solo soy un maniquí, un ser inerte, uno más del montón.

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